ESPEJOS III

Que el espejo es un objeto misterioso nos lo confirman las citas anteriores. Que la preocupación por este objeto no es de hoy, también. Que el espejo es un tema recurrente, manoseado literariamente, no ofrece tampoco ninguna duda, como tampoco las ofrece el hecho de que tan venerado objeto suscite bellas palabras, así nos lo muestra esta cita de William Butler Yeats:

“Si oscurezco las pestañas y los ojos abrillanto y agrego escarlata a los labios o a un espejo tras otro pregunto. Si  todo está bien, no es vanidad el despliegue: ando en busca del rostro que tuve antes que el mundo se hiciera”.

También aquí se utiliza el espejo como oráculo, como pitonisa a quien preguntar lo que transciende de este mundo, siguiendo la misma línea que la madrastra de Blancanieves.  Entre los años 581 y 618, en China, vivió Wang-Tou quien nos entregó su maravilloso cuento de espejos. Su maestro le había confiado este objeto y él con todo el esmero que el respeto y la lealtad son capaces de ofrecer lo guardó con celo al principio, después con entusiasmo, era el octavo de los quince espejos que el  emperador Hong-Ti hizo forjar. El primero de ellossimbolizaba la luna llena ( “luna, espejo de la noche’ dice una keningar vikinga): era el más grande de todos,sus esquinas estaban adornadas por animales míticos: una tortuga, un dragón, un fénix y un tigre ( todos ellos tienen mil historias, mil noches: pero el tigre fundamentalmente nos persigue en estos tiempos, tanto que William Blake, nos espetó estos versos:

Tigre, tigre, que te enciendes en la luz

por los bosques de la noche

¿qué mano inmortal, qué ojo

pudo idear tu terrible simetría?
¿En qué profundidades distantes, en qué cielos ardió el fuego de tus ojos?
¿Con qué alas osó elevarse?¿Qué mano osó tomar ese fuego?

¿Y qué hombro, y qué arte
pudo tejer la nervadura de tu corazón?
Y al comenzar los latidos de tu corazón,
¿qué mano terrible? ¿Qué terribles pies?

¿Qué martillo? ¿Qué cadena?
¿En qué horno se templó tu cerebro?
¿En qué yunque? ¿Qué tremendas garras osaron sus mortales terrores dominar?

Cuando las estrellas arrojaron sus lanzas
y bañaron los cielos con sus lágrimas
¿sonrió al ver su obra?
¿Quien hizo al cordero fue quien te hizo?

Tigre, tigre, que te enciendes en luz,
por los bosques de la noche
¿qué mano inmortal, qué ojo
osó idear tu terrible simetría? )
Mediante aquell primer espejo serán ahuyentados los espíritus: la loba vieja que quiso ser humana y pasaba por una joven y hermosa mujer; la serpiente que yacía en el azuzaifo procurando todo tipo de supersticiones e inquietudes a los aldeanos. Gracias a él desaparecen epidemias, cúranse los enfermos y los caminantes suelen salir indemnes de los numerosos peligros de las veredas. No hay fenómeno natural, no hay animal sobre la tierra (mágico, mítico, acuático o gélido), no hay artefacto que resistírsele pueda.
Mediante el cuento y toda su simbología apreciamos los acontecimientos de la China del momento. Surge el espejo para acabar con monstruos con cuerpos de serpiente o de pez  (que son en definitiva, los bandidos de la montaña, o los “aborrecidos señores de la guerra’).

En fin, con este paseo a través de los espejos, quizás nos demos cuenta de que no es un objeto baladí. No es de la misma ralea que cualquier otro. Que no es, pues, tan gracioso aquello que, entre guiños y sonrisas, nos contaban de  que los indígenas cambiaban (bobitos) oro por un espejo; en efecto, no es tan gracioso: el valor del oro es portentoso, abierto a todo, pero mundano. El de un sencillo espejo, para quien nunca antes lo contempló debe de suscitar, como mínimo, espanto; y tras el primer momento, tras el impacto de ver en él “esos ojos ciegos que miran los ojos con que los veo”, deseo, un irrefrenable deseo de poseerlo (como Narciso). Y después otra vez espanto, como expresó Octavio Paz en aquel memorable soneto:

“El espejo que soy me deshabita:
un caer en mí mismo inacabable
al horror del no ser me precipita.
Y nada queda sino el goce impío

de la razón cayendo en la inefable
y helada intimidad de su vacío”.
Es misterioso ese objeto. Por ello L.Carroll colocó a su queridisima Alicia en su interior. Allí todo era al revés: para ir a un lado era necesario moverte en dirección contraria, para hablar en voz baja se requería gritar, se precisaba la paz para hacer la guerra, o comenzar por el final de cada verso para leer un poema (“El galimatazo” es precisamente uno de los poemas más leídos en lengua inglesa). Y es que el laberinto del espejo es universal. Se muestra infame a veces; otras, creador; asesino en ocasiones, pero siempre, y hasta en los más insospechados momentos, se nos hace presente, nos juega alguna que otra pasada. Si nos, mirémonos en uno de los llamados espejos de la risa; o pensemos en cuántas ocasiones, ante el espejo, hemos tenido que hacernos una composición de lugar para saber cuál es exactamente la oreja izquierda, o el ojo que me pica, o la raya del pelo… Mucha personas no llegan a ‘comprender a quién van dirigidas esas palabra que algunos coches blancos lleva escritas:AICNALUBMAA los espejos, directamente, pues ellos están presentes en nuestra vidas, pero ¿están nuestras vidas presentes en los espejos? ¿Son espejos ¿Son el espejo deshabitado?

Edmund Husserl. Husserl ha puesto de relieve que el yo y el otro se dan siempre necesariamente emparejados. Borges lo confirma en sus narraciones. ¿Entonces quién se dio muerte Narciso o el otro? ¿quién interroga: el otro o yo?

 

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