La escasa o nula regulación jurídica del gran contenedor

 

Desde que en  1957 se produjera el  lanzamiento del Sputnik, se han puesto en órbita más de 5.000 artefactos, los cuales van siendo abandonados al cumplir su objetivo y se van almacenando en tres órbitas distintas: la órbita baja (LEO), la órbita cementerio, y la órbita geoestacionaria. Esta última, la geoestacionaria, es la más preocupante, pues es donde se encuentran situados los satélites (a 36 Km. de la Tierra), y se estima que se depositan en ella unos 3.000 fragmentos de diferentes tamaños y objetos diversos. Ahí es donde se encuentra  el cohete Pegasus,  enviado al espacio en 1994, y que explotó dos años después generando cientos de miles de fragmentos.

 

Lo alarmante es que de un total de 19.037 objetos lanzados al espacio,  unos 12.000 han ingresado en la atmósfera de la tierra; y de esos, un 95% ni funcionan, ni se controlan; y constituyen lo que se llama basura espacial.

 

Y aunque algunos aparatos constan de ajustadores orbitales que seguirán funcionado tras su degradación, llegará un momento en que cederán y si los residuos se mantienen en una órbita superior a la atracción terrestre, podrán permanecer flotando en el espacio hasta tiempo indefinido; pero si bajan hasta donde la atracción orbital es más poderosa, en poco tiempo entrarán en la atmósfera y comenzará el proceso de rozamiento y desintegración. Y si malo es el hecho de quedarse flotando en el espacio, malo es que entren en la atmósfera,  pues  al deshacerse, los elementos tóxicos podrán expandirse por encima de la vida y podrían causar pequeños trastornos físicos en determinados lugares.

 

Existen antecedentes de la caída a la Tierra sin control de varios de ellos; y al menos han sido detectados 60 casos, algunos muy llamativos, como las 20 toneladas de chatarras procedentes del Skylab, que se dispersaron por Australia y el Índico en 1979; o el ocurrido en 1997, cuando el cohete Delta se estrelló en una granja de Texas a solo 50 metros de sus habitantes. Y en noviembre de 1960, restos de un satélite norteamericano cayeron sobre Cuba causando daños a propiedades y la muerte de una vaca.

 

Regulación

 

El día 18 de septiembre de 1977 Rusia lanzó su satélite Cosmos 954 para vigilancia naval; este satélite se desintegró sobre Canadá en 1978, resultando una polución radiactiva sobre un área del tamaño de Austria. Canadá pidió a Rusia que se le proveyera información sobre el Cosmos954, y Rusia respondió ofreciéndose a limpiar los restos de su Satélite Cosmos 954, pero Canadá declinó la oferta soviética, siendo La unión de Estados Unidos y Canadá quien se encargó de la limpieza en lo que se llamó “operación luz de la mañana”.  Tras ello, Canadá facturó a Rusia por seis millones de dólares en 1979, pero no buscó que se le reintegraran los gastos norteamericanos que habían ascendido hasta los 25 millones. Y este incidente dio origen a las pautas que los Estados deben seguir con respecto a los accidentes de satélites:  deber de poner sobre aviso,  informar,  limpiar y compensar los daños.

 

Las soluciones

 

Además de las ya citadas, y pese a que la Estación Espacial Internacional está blindada a prueba de residuos espaciales, la basura espacial implica que haya cierta probabilidad de estrellarse con alguno de esos objeto en nuestra órbita. Por ello es necesario recoger esa basura, y una de las herramientas con más probabilidades de éxito a corto plazo (2018) es la CleanSpace One. Funciona como una suerte de señor de la limpieza espacial. Una vez en órbita, y gracias a una red y a sensores de presión, tendrá la capacidad de seleccionar al satélite muerto y llevarlo hacia la atmósfera, donde se desintegrará.

Otra idea es la de un láser apuntando a satélites y a otros restos materiales desde la superficie terrestre. Se llama Laser Broom, y no destruiría la basura espacial, sino que vaporizaría pequeñas porciones de cada objeto para reducir la altura de su órbita y, de este modo, arrastrarlo lentamente hacia la Tierra gracias a la fuerza de la gravedad.

Gran parte de los proyectos se basan en aeronaves que, de forma sistemática, se dediquen a capturar y a devolver a la Tierra la infinidad de piezas flotando alrededor de su órbita. Uno de ellos es Space Infrastructure Servicing, o el ORDER. Otros planteamiento algo diferentes incluyen  el uso de arpones o el de un fabricante japonés que lleva 106 años haciendo redes de pescar y que colabora con la Agencia espacial japonesa para desarrollar un red capaz de capturar basura espacial del tamaño de un autobús y arrastrarla hasta la atmósfera para su incineración.

La conclusión es que no se concibe que habiendo tantos miles de fragmentos depositados en nuestro más próximo entorno no haya sido regulada exhaustivamente aún la emisión de artefactos al espacio, pudiendo afirmar que hay un peligroso vacío legal al respecto.

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *