“¡A buenas horas, mangas verdes!”

       Los de las mangas verdes eran los integrantes de la Santa Hermandad, cuerpo de soldados que iban en cuadrillas y que debían velar por los delitos que se cometían fuera del recinto de las ciudades, una especie de Guardia Civil, pero sin tricornio. El caso es que era tan habitual que llegaran los últimos al lugar de los hechos, que su demora se hizo, nuca mejor dicho, proverbial. Evidentemente, si no actuaban a tiempo, los malhechores quedaban impunes, y aquel reiterado retraso del que hicieron gala llegó a ser objeto de tantas críticas y lamentos que se asoció la inoportunidad de su llegada con lo más sobresaliente de su uniforme: las mangas de color verde. Y de ahí el proverbio o frase o mención arriba señalada.

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