ESPEJOS I

“SPECULUM ARTIS” es el título del libro más voluminoso (¿o quizás eran varios volúmenes?) que sobresalía en la biblioteca de mi padre. A él me asomada de vez en cuando y nada relacionado con los espejos se presentaba, a mi entender, ante mis ojos; pero durante toda toda mi vida he sido perseguido por aquella frase: speculum artis. Después he sabido que esa palabra estaba relacionada con la Cábala, o que se ha venido traduciendo como tratado o estudio de alguna materia, pero a mí me basta y me sobra con el miroir francés, ¿Me miro o me mira?, con el espejo.

Desde la  antigüedad, la literatura está plagada de espejos. Modernos y contemporáneos han descrito sus fantasmas mirándose al espejo. Toda la literatura se refleja en espejos,pero ninguno de ellos tiene nombre propio (¡son innombrables!); muchos personajes famosos por sus espejos pueblan el mundo de la fantasía y fatigan aventuras prodigiosas; de ahí que sean variados los que conocemos a través de sus espejos.

Así, de Narciso sabemos que se dio muerte por no obtener ninguna respuesta de su propia y venerada imagen reflejada en el lago (espejo del cielo; mar estancado; agua inflexible). De sus gotas de sangre, hermosas como él mismo, surgió una hermosa flor que lleva su nombre, una flor ceñida de hojas blancas (Ovidio: “Metamorfosis”).

Otro reflejo venerable es el de Perseo, que logró, por  medio del escudo que su protectora (Atenea) le regalara, acabar con Medusa, única mortal de las tres Górgonas. Para ello, cerca ya de donde Medusa habitaba, y sabiendo el terrible mal que la mirada de ésta provocaba, comenzó a andar hacia atrás utilizando su reluciente y reflectante égida recibida como guía. La Medusa, al verlo, no comprendía que aquel hombre no se hubiera convertido ya en piedra. Las serpientes que poblaban su cabellera emitían horrendos silbidos. Perseo esperó a notar el calor de la respiración de monstruo en su hombro. El espejo de plata  pulida con que se cobijaba reflejaba tan solo la boca y sus enormes dientes. Ella estaba allí, al alcance de su mano. Fija la mirada en el espejo y.., Perseo  asestó un tajo con todas sus fuerzas. Se oyó un grito que pareció sacudir la tierra, luego todo quedó inmóvil. También Perseo, que sabia que un tiempo después de morir, Medusa conservaba su poder de petrificar. Luego miró de nuevo el espejo; en él se contenpla la cabeza de Medusa con su inerte melena de serpientes rodando por el suelo…

Cuenta Lucano que de Medusa nacieron todas las serpientes de Libia: el Aspid, la Anfisbena, el Amódite y el Basilisco, quien al igual que su  madre, arrasa todo lo que su mirada alcanza, creando, dice, el desierto.

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